domingo, 20 de diciembre de 2015

"UNA MUJER, UN POLICÍA Y LO RELEVANTE: EL LUGAR DE LA MEMORIA (LUM)"



Acabo de visitar, durante tres horas, con mi hijo, el Lugar de la Memoria, Tolerancia e Inclusión Social (LUM), el mismo que tiene una hermosa infraestructura, que en gran parte ha sido lograda por la colaboración económica alemana y que se ha impuesto, a pesar de las reticencias del entonces gobierno de turno (Alan García), entre otras cosas, por la decisiva influencia de Mario Vargas Llosa que fue su primer representante. Hoy lo es Diego García Sayán, quien con un equipo de profesionales de primer nivel han sabido estructurar un espacio necesarísimo para, no solamente recordar, que ya es bastante, sino también para repensar el destino de nuestro país.

Cuando escribo estas líneas para mi “Creación Delicuescente” la noticia del día es la condena afectiva a seis años de cárcel para una señora de apellido extranjero que agrede a un policía de apellido oriundo con las connotaciones étnicas que esto denota. Una mujer blanca manejando una camioneta moderna y un suboficial de la policía mestizo no motorizado. Esta situación, que yo la veo como anécdota, me servirá para graficar lo que pretendo decir en líneas ulteriores y que tiene que ver con el tema central de este comentario. La forma como he comenzado este párrafo puede inducir al lector a pensar que hay un asomo o sombra de resentimiento en el contenido de estas líneas. Espero no dar esa impresión, porque no existe tal situación, sin embargo lo advierto de antemano, porque lo más usual en estos casos que involucran nuestra reminiscencia colonial es acudir de inmediato a la imputación simplista del resentimiento y la mentalidad arcaica frente a la modernidad. 
 
Creo que nadie ha dicho lo que centralmente es este caso de la mujer que abofetea a un policía y hace volar su casco por los aires, aparte de insultarlo frente a sus compañeros y ante la mirada impertérrita de su madre que la acompañaba en nuestro siete veces premiado Aeropuerto “Jorge Chávez”. Es un caso de racismo vestido de vulneración al principio de autoridad que se hace tipificar penalmente como delito de “violencia y resistencia a la autoridad en su modalidad agravada”. No voy a destacar la proporcionalidad de la pena, no es mi intención discutir un aspecto jurídico penal, que corresponde a los especialistas, pero sí quiero poner de relieve que estas conductas que demuestran una mentalidad colonial y la prepotencia del dominante frente al dominado o vencido son casualmente las expresiones bajo las cuales se originó y aun puede originarse un movimiento de odio que, en su extremo, puede llegar al escenario cruento que he recordado esta tarde frente al mar de nuestra Costa Verde en el LUM. 

Evidentemente la mujer, hoy condenada, se creía y se cree superior al policía por su raza, es obvio que la cachetada que le infringe demuestra un desprecio a su condición de hombre con rasgos notoriamente andinos. No es casualidad que la mirada de la mujer esté llena de indignación y perplejidad porqué “un indio” la está amonestando y le quita las llaves de su camioneta, que es parte de su estatus que guarda congruencia con su epidermis. No es intolerancia o marginalidad lo que me hace escribir estas líneas, es verificación de lo que sigue sucediendo en nuestro país desde hace más de quinientos años y que quizás sea la fractura más compleja de sanar para la construcción de una verdadera nación. Aquí, desde esta mirada, no es trascendente si hay policías abusivos o corruptos, que los hay, ni el que la pena no guarde coherencia con la afectación al bien jurídico tutelado. No. Mi mirada busca internalizarse más allá de lo epidérmico y hurgar en nuestra conciencia colectiva. Somos una sociedad racista pero este fenómeno ya no se manifiesta abiertamente sino con otras actitudes que cuando se les somete a un mínimo de presión se desbordan como en el caso aludido y televisado hasta el hartazgo.



Visitar el LUM es vacunarse, al menos parcialmente, contra estas actitudes racistas e intolerantes, es apreciar que pasó en nuestro país hace tan poco tiempo, durante el período de 1980 al 2000 y no llegar al simplismo de señalar que esto se debió únicamente a un grupo de “indios” desadaptados que por su ignorancia fueron captados por las mentalidades fanáticas del comunismo maoista de un profesor de Filosofía huamanguino. El fanatismo de Sendero Luminoso es una de las explicaciones para comprender lo que nos sucedió, pero no es la única, también están como factores esenciales el racismo, el desprecio, la indiferencia, la falta de Estado. Sí amigo liberal o neoliberal, la falta de Educación, de Salud, de Políticas culturales que respeten lo nuestro y no solamente lo foráneo, y eso es casualmente Estado eficiente. De nosotros depende que la historia no se vuelva a repetir, que nuestro país y sus gentes sean más tolerantes y respetuosas el uno con el otro, que no hayan personas que se sientan superiores por motivos de piel, de apellido o de herencia genética porqué sino esa “Tempestad en los Andes” que era el nombre con el que Luis Valcarcel, brillante historiador cusqueño, vaticinaba en los años treinta, el surgimiento de un grupo como Sendero, podría volver  a darse con otras características. El LUM con sus tres pisos de fotografías, pinturas, objetos de la guerra que padecimos, representaciones videográficas conmovedoras, está ahí, recién inagurado, para recordarnos que la Historia no debe repetirse, pero que si queremos ser un país sin tanto fraccionamiento debemos aprender a aceptar al otro, a tolerarlo, a comprenderlo y a de una vez por todas saber que no hay nadie mejor que nadie por su raza sino que la diferencia la hacen el esfuerzo y la dedicación.

Jairo Cieza Mora 
Lince, 20/12/15

No hay comentarios:

Publicar un comentario